Just married
Lardizabal María Eugenia (1976)
Just married
Oleo sobre tela
55 x 55 cm
Just married, el matrimonio de fines del siglo XIX hasta la década del sesenta (setenta), período del capitalismo de producción, implicó una pareja y familia tradicionales. Una familia extensa, fundamentalmente reproductora y por ende exclusivamente heterosexual. La pareja debía proveer abundante mano de obra, la prole.
El contrato matrimonial era una carta de derechos, determinante de un compromiso incondicional: “hasta que la muerte nos separe, en las buenas y en las malas, en la riqueza y en la pobreza”, el cual formalizaba la naturaleza de un vínculo sagrado: “lo que Dios unió, no lo separe el hombre” y desigual: si bien los cambios en la vida de la mujer comenzaban a esbozarse, para la mayoría de la ellas, el matrimonio era el único medio para abandonar la casa paterna, de lo contrario “se quedan para vestir santos”.
Los roles de género estaban muy diferenciados y la vida cotidiana distaba bastante del final de cuento “vivieron felices y comieron perdices”…
Just married, el matrimonio a partir de la década del sesenta (setenta), período del capitalismo de consumo, sufrió grandes cambios, dando lugar a nuevos modelos de pareja y familia destradicionalizados que coexistirán con el matrimonio tradicional, las nuevas uniones de hecho y los divorcios.
Aumentó la edad para contraer matrimonio. La familia se movilizó geográficamente, quedando más desligada de los lazos familiares, culturales, locales, etc, y más ligada a las oportunidades laborales. Generalmente la movilidad laboral geográfica daba como resultado una movilidad social ascendente.
La familia se redujo. Esta familia nuclear fue en parte producto de la introducción de los nuevos métodos de contracepción, que permitieron la disociación entre sexualidad y reproducción.
Con la revolución sexual, los roles de género comenzaron a redefinirse en el ámbito familiar, articulándose en torno a los movimientos feminista y gay.
Para la mujer, el matrimonio ya no suponía la única vía para abandonar la casa paterna, ahora podían ser autónomas mediante el trabajo asalariado. Este ingreso modificó las relaciones de poder entre la pareja.
Para el hombre, el matrimonio y la familia eran un refugio del individualismo económico.
Just married, el matrimonio actual, en este capitalismo de ficción, continúa transformándose sumando más modelos de pareja y familia à la carte.
La posfamilia: atravesada por corrientes tradicionales, otras de destradicionalización y su contracara, las tradiciones híbridas, es una nueva familia. Una familia negociada, provisional, flexible, ensamblada. Formada por parejas con o sin hijos, casados o no, segundos matrimonios de separados o divorciados (con o sin hijos), familias monoparentales, etc.
El matrimonio tiende a la relación pura personal, establecida mediante un contrato implícito oscilante. En este sentido, el contrato matrimonial es significante de un compromiso frágil e inestable. Es un contrato condicionado, revocable, que debe ser constantemente concensuado, transitorio, provisorio, incierto y descartable. Dura mientras satisfaga a ambas partes. Con viento a favor será la muerte quien los separe.
El contrato matrimonial lleva incorporado el certificado de defunción.
Al período de duelo, con o sin batallas de por medio, sigue en la mayoría de los casos otra etapa de nueva relación.
Las separaciones y divorcios van en aumento, pero también el deseo de relaciones amorosas, ya que, dada la falta de referencias tradicionales, la desprotección social reinante y la exigencia de responsabilidad individual ilimitada, se busca en estas relaciones la seguridad perdida, así como un antídoto contra la soledad y el aburrimiento y, además, se espera que contribuyan al crecimiento personal, profesional, laboral, etc.
El contrato matrimonial es también significante de un vínculo desacralizado e igualitario, cuyo objetivo es un acuerdo equitativo negociado. Ambas partes determinan las condiciones de su asociación, sin voluntad divina de por medio, reglas ni roles predeterminados. Todo será objeto de decisión: la cohabitación, la sexualidad, el matrimonio, el divorcio, la paternidad, la división de tareas, la adhesión o rechazo de tradiciones, etc.
La edad para contraer matrimonio sigue en aumento, mientras que desciende la edad para separarse. Aumenta la tendencia a formar parejas de hecho y a permanecer soltero. En este panorama, la ceremonia de boda es un cuento de hadas hecho realidad, una fantasía narcisista cuyo reflejo se inmortaliza posando en infinitas selfies,… antes de que el hechizo se rompa y la relación sufra una muerte súbita repentina.
Estamos encantados con la propia imagen, ya no una imagen única reflejada en un espejo de agua, sino multiplicada en las pantallas de los dispositivos móviles, puro exhibicionismo en la red. Happy selfies! seguramente encabezan el Top Ten del ranking de síntomas del narcisismo posmoderno.
Eugenia Lardizabal